domingo, 12 de junio de 2011

EN PARRILLA

    Estamos en el cementerio de Chacarita.  Acabamos de despedir los restos mortales del padre de C que al día siguiente van a ser cremados.  C me pregunta si me acuerdo de una escena de El gran Lebowski.  C piensa que fuí yo quien le recomendó esa película de los hermanos Cohen, pero no puede ser así porque nunca la ví.  Semanas después y a raiz de la lectura de PINTÓ EL MUERTO, C me cuenta la escena de la película recordada  en el cementerio: se trata de dos o tres hombres que tienen que hacerse cargo de las cenizas de su amigo muerto y deciden llevarlas a la cima de una montaña que había sido especial para el difunto.  Justo cuando están por terminar se levanta un fuerte viento y...  viniendo de los Cohen es fácil imaginar el desenlace cero lacrimógeno del asunto.
  Ya pasó más de un mes y todavía no ví el Gran L.  Eso que desde que C me la nombró no pasa un día sin que me acuerde de que tengo que verla.  Su protagonista, Jeff Bridges (¡un ex Fabuloso Bakers boy devenido sexy y barrigón!), actua también en Temple de acero,la última de los Cohen: una remake de un western protagonizado por Jhonn Wayne. Duró poco en cartelera, y es una más en la lista de  DVD por alquilar o comprar, depende la ocasión.
    También pasó más de un mes de mi último ejercicio de escritura, aunque abunden las ideas en mente aspirando a un tiempo ideal siempre postergado por imposible. Por ejemplo, un comentario sobre un cuento de Sam Sheppard, siguiendo con el tema "cenizas"; y su antecesor en un sentido opuesto: "Mientras agonizo"de Faulkner. O asociando libremente a partir de género western antes mencionado,ensayar un análisis sobre otro sentido de la palabra duelo: combate o enfrentamiento. Quizás se pueda retomar la idea freudiana de trabajo de duelo desde esa nueva perspectiva semántica (en Duelo y Melancolía la expresión trabajo es atribuida a ambos "cuadros" y por otro lado, no llega erigirse en categoría o concepto).  
   Por supuesto,la lista sigue. Porque en ese tiempo mítico se proyecta infinita y perfecta. Para no abundar,pongo el punto final después de decir algo sobre el reportaje al escritor Javier Marias que leí hace un par de horas.  Señala que existe una suerte de prohibición más o menos implícita respecto de hablar sobre la muerte, y afirma que "estamos llegando al extremo de que los muertos tienen la culpa de morirse". Si en la época victoriana tabú era la sexualidad en la nuestra,la muerte parece haber tomado su relevo. La nota salió en el Página de hoy. Domingo sin lluvia ni asado.

A.B