domingo, 23 de octubre de 2011

NI MEJOR NI PEOR

   M tiene 40 años y hace unos meses cuando su madre enfermó tomó la decisión de no internarla, contra la opinión del médico y familiares. M no vive en la Argentina y durante ese tiempo fue y vino más de una vez. Tenía la necesidad de estar con su madre a pesar de que en algún sentido quien había sido su madre ya no estaba ahí. Cuando empeoró y no había nada más que hacer, M no estaba en el país. Viajó de urgencia y desde Ezeiza fue directo a la sala velatoria. Para M al dolor por la pérdida se le suma la perturbadora sensación de no haber visto a su madre con vida por última vez.
  L tiene 80 años y ha vivido en un corto período de tiempo cambios significativos en las costumbres respecto del duelo y rituales funerarios. Por ejemplo, cuando tenía 18 años muere un familiar que L apenas conocía y sin embargo debe vestir riguroso negro durante dos años. Quince años después muere su suegro y es velado en la casa familiar durante dos días con sus dos noches. Por entonces, los hijos de L eran chicos y mientras el abuelo es velado en el living-comedor la rutina doméstica no se interrumpe. Tan sólo tres años después, el padre de L muere a consecuencia de una larga enfermedad. Pero en este caso es velado en una casa velatoria y sólo durante un día. 
   L prefiere la manera más habitual de hacer las cosas últimamente: sin velorio ni entierro. Incluso ya le expresó su voluntad a sus hijos: que no le prolonguen la vida inútilmente y que sus cenizas las arrojen al mar.

A.B