domingo, 14 de julio de 2013

AMOUR


La película Amour de Michael Haneke resulta interesante para analizar algunas cuestiones sobre la muerte propia y de seres queridos. Tiene como protagonistas a una pareja de ancianos jubilados pertenecientes a la clase media intelectual europea: hija, nietos, mínimas tareas domésticas, libros y conciertos. Los días transcurren sin sobresaltos hasta que a la mujer le diagnostican una enfermedad irreversible y de deterioro progresivo. En ese punto, se plantea un dilema.



Ficha técnica y artística
Título original: Amour
Dirección: Michael Haneke
País: Francia, Alemania, Austria
Año: 2012
Duración: 125 min.
Género: Drama
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Reparto: Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, William Shimell, Emmanuelle Riva, Rita Blanco, Laurent Capelluto
Guión: Michael Haneke
Distribuidora: Golem Distribución
Productora: Bayerischer Rundfunk (BR), Westdeutscher Rundfunk (WDR), Les Films du Losange, X-Filme Creative Pool, Wega Film, ARD Degeto Film

  
La película Amour de Michael Haneke resulta interesante para analizar algunas cuestiones sobre la muerte propia y de seres queridos (1). Tiene como protagonistas a una pareja de ancianos jubilados pertenecientes a la clase media intelectual europea: hija, nietos, mínimas tareas domésticas, libros y conciertos. Los días transcurren sin sobresaltos hasta que a la mujer le diagnostican una enfermedad irreversible y de deterioro progresivo. En ese punto, se plantea un dilema.

VOLVER A CASA
Luego de breve internación ambos deciden (ella, limitada físicamente pero lúcida) en acto (apenas algún comentario alusivo) resistirse a otra internación sin retorno seguro. La hija se opone a esa decisión porque una casa no brinda ninguna seguridad. Además, ¿quién va a cuidar a la enferma? Su padre es anciano, y ella -esposa, madre, profesional-...todavía no. Una vez tomada la decisión, la cámara abandona definitivamente los planos exteriores (teatro, bus, clínica; esta última resignificada como exterior en relación al hogar), y centra su foco en la pareja sin traspasar los límites de la casa.
Hasta fines del siglo XIX, la habitación del moribundo era  la escenografía clásica del final: revisión de la vida, últimas disposiciones y despedida. Entrado el siglo XX, con avanzada de la ciencia y sus progresos técnicos, el traslado al hospital se vuelve norma. Su modelo es ejemplo de bienestar, asepsia y privacidad.  También expectativa de curación (a veces… con semblante de garantía) y/o alivio del dolor. Phillipe Ariés le llama a ese desplazamiento de la casa al hospital o clínica, medicalización de la muerte: el cuadro del enfermo erizado de tubos suele ser el clásico en la actualidad.

ÉPOCA
Las investigaciones sobre el modo colectivo de concebir la muerte propia y de seres queridos, sus rituales y duelo, tienen valor de documento histórico. Su interés radica en analizar diferencias de época, pero sin entrar en juicios de valor al estilo de todo tiempo pasado fue mejor (2). Las categorías denominadas por Ariés: muerte bella del pasado y muerte salvaje del presente (3), plantean ese obstáculo. Según Ariés en La Antigüedad y La Edad Media, la muerte era algo familiar y cercano, atenuado e indiferente. Sin embargo, por entonces, el modo de morir, salvo excepciones, era de previa agonía… nada bello. Sin mencionar períodos de pandemia y peste: ¡difícil imaginar calma y serenidad frente a la muerte en esos tiempos! También la culpa y el miedo al castigo en el infierno (bien ilustrados por la pintura medieval) contrarrestan  la hipótesis de tinte romántico o complaciente planteada por Ariés. Cómo sería ese miedo que para salvar sus almas los ricos destinaban importantes donaciones a la construcción de suntuosas iglesias, y los pobres... rezaban. Por otra parte, más allá de las variables características de época, siempre está en juego el factor personal (4).
Sobre cambios en rituales funerarios y su valoración en la actualidad, por su complejidad, merece un análisis particular. Amour roza el tema casi al modo de un chiste fallido. De regreso a casa, el hombre le cuenta a su mujer el servicio fúnebre de un amigo en común:Yeasterday de los Beatles como música de fondo, discurso solemne, risas apenas sofocadas por parte de la joven concurrencia, urna de cenizas detenida a medio descender por desperfecto mecánico, etc. (5). Su relato es menos gracioso que patético. 

OTRA ESCENA
Amour produce un cambio en la escenografía habitual en nuestro tiempo: la casa en lugar de la habitación o sala de hospital. También una inversión en ese desplazamiento señalado por Ariés como norma de época. Ese cambio tiene por efecto una especie de vuelta al pasado: morir en casa (6). Todo eso hace de Amour además de un relato singular (7), una película de interiores: la proximidad de la muerte en la intimidad del hogar. Intimidad que según la lógica de la puesta queda definitivamente reducida a la pareja de ancianos. Y apenas “interrumpida” por cuestiones de orden vital (enfermera domiciliaria), práctico (la mujer del portero que hace de nexo con el afuera) y afectivo (las visitas de la hija a su madre: esporádicas, primero; restringidas por su propio padre, después).

DETRÁS DE ESCENA
Además del cambio de escenario descripto, Amour tiene la virtud de llevar al centro de la escena eso que en la vida real del espectador queda oculto tras las bambalinas del servicio sanitario público o privado. Amour hace del backstage, su historia. Pero sólo se trata de un cambio en la escenografía. En definitiva, el telón se levanta sólo para los espectadores y el corazón del asunto sigue intacto. Ese corazón fue descripto por el sociólogo G. Gorer y apunta a nuestra época: rechazo de la muerte; rituales funerarios suprimidos o en su mínima expresión; duelo discreto y express.

VEO… ¿VEO?
En general, Amour fue calificada como una película fuerte. Adjetivo de amplia definición que expresa un efecto particular en la sensibilidad del espectador: desde angustia hasta irritación (mi vecino de butaca huyó de la sala durante la proyección como si hubiera sonado la alarma de los bomberos). Sin embargo, no hay en Amour escenas violentas ni golpes bajos... tampoco música para violines. Su registro básico es el deterioro físico (medicado, sin dolor) de una mujer, en su casa y acompañada por su marido.
Sobre el otro aspecto adjudicado a la muerte en La Antigüedad y La Edad Media -familiar y cercana- Ariés cita literatura y testimonios de época con el fin de ilustrarlo. Refiere que el moribundo (8) no era excluido de la vida familiar, y hasta los niños asistían a su muerte. Para esos niños,  presenciar la muerte de un ser querido: ¿tenía efectos traumáticos?, ¿no se impresionaban, no era fuerte, la escena, para esos niños? (9).  Concluye Ariés que el comportamiento de la comunidad respecto de las cosas de la muerte era de naturalidad más que de ocultamiento. La muerte de uno de sus miembros tenía estatuto de acontecimiento público y social. En la actualidad, enfermedad, muerte y duelo, parecen estar reducidos a la esfera familiar y a la psicología del individuo.

LO IMPORTANTE ES LA SALUD
En el artículo, La muerte ya no existe, publicado el 21/2/2013 en la Sección Psicología de  Página 12,  Luis Guerrero Martínez  toma como referencia  La muerte de Iván Ilichpara formular una serie de interrogantes en torno al recorrido existencial ante la proximidad de la muerte propia, y la insensibilidad social ante la muerte de los demás.
Después de amplio recorrido bibliográfico, Guerrero concluye: “…la muerte que se teme es la misma muerte que impide la vida y la convierte en vacío”, justamente “…al protegernos de la muerte imposibilitamos el desarrollo de la vida”. Al respecto, una nota de color. Existe en la actualidad una nueva forma de vivir (…y de comer).  Está de moda vivir sano. En consecuencia: ¿hay un nuevo modo de morir? ¿Morir sano? Si es así: ¿quedó vieja aquella consigna rockera sobre vivir sólo cuesta vida? La nueva sería: fresca/o como una lechuga, mira las flores desde abajo.
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NOTAS

1.     Sobre el tema: Andrea Buscaldi, La muerte propia y de seres queridos, Historización y Duelo, Revista Psicoanálisis y Hospital Nº 43.
2.     Andrea Buscaldi, Saber o no saber, ¿ésa es la cuestión?, El Sigma, 24/08/2011.
3.     Según el poeta Huidobro: el adjetivo si no da vida, mata.
4.     Ídem 1
5.     Andrea Buscaldi,  Rituales funerarios de hoy, Psicología, Página 12, 6/10/ 2011
6.     Ese pasado no es remoto.  Ariés señala que durante un milenio se han registrado cambios, pero de un modo paulatino.  Sin embargo, a partir de mediados del SXX y durante el transcurso de sólo una generación, se produce una inversión completa en el modo colectivo de pensar enfermedad, muerte,  rituales y duelo.  A propósito: ¿funcionaría Amour si estuviera protagonizada por pareja  joven o a lo sumo madura?  Otra sería la historia. 
Una versión distinta sobre vejez, enfermedad y muerte ofrece la película ¿Y si vivimos juntos? Un grupo de viejos amigos organiza convivencia hippie comunitaria para escapar de geriátrico destino. 
7.     En otro registro -televisivo- Amour es una historia fuera de serie.  Por ejemplo, de las series de moda sobre hospitales, médicos y pacientes.  Hasta se podría pensar a Amour como el lado B del infalible Dr. House.
8.     En nuestro tiempo: ¿no hay más moribundos? La palabra enfermo ha tomado el lugar de esa expresión aunque no son sinónimos. Más bien eufemismo, máscara o velo de la muerte sí aludida en la palabra moribundo.
9.     Las investigaciones de Ariés y Gorer se concentran en ciudades capitalistas industrializadas. Muerte, rituales y duelo tienen su particularidad en zonas campesinas o del interior. El escritor jujeño Héctor Tizón manifiesta que “la desatención a la muerte es un hecho que sucede más bien en las ciudades. En el campo, en lo rural, la presencia de la muerte es más elocuente. En las ciudades ya, por ejemplo, no existe lo que se llamaba pompa fúnebre: cuanto más rápido terminemos el asunto, mejor… En las familias, en la época en que yo era chico, a uno lo llamaban y le decían: se está   muriendo la abuela, vayan a despedirse. Y uno iba y le daba la mano, y… se despedía…”.


martes, 9 de julio de 2013

SI TODO ES DUELO, NADA ES DUELO


PSICOANÁLISIS Y HOSPITAL

Sumario
Editorial - Historización y duelo 
Duelo y melancolia 
La actualidad del dueloAdriana Fanjul
Dulce melancoliaMario Pujo
La muerte propia y de seres queridosAndrea Buscaldi
La memoria y los duelosLiliana Donzis 
Sobre dueloMara Liz Serra 
“Navegar es necesario, vivir no lo es”Silvina V. Garo 
Duelo o muerte secaJimena Pal - Diego Zerba
Amor y duelo. Mas alla del narcisismoEduardo S. Sullivan 
Shakespeare y Lacan (Drama, duelo y deseo)Laura Rangone
Lo que hay que perderHoracio G. Martinez 
Igualdad y melancoliaAntonio Pugliese 
 
Historicidad y sujeto 
Histructura y estructoriaPablo D. Munoz
Notas sobre el concepto de historia en el comienzo de la ensenanza de LacanBruno J. Bonoris - Natali Carmio
El juego de la historiaAna Lanfranconi
Registros del origenAdriana Alfano 
Cuando el pasado adopta historiaMaría Cecilia Anton 
La novela familiar como trabajo de dueloCynthia Chantrill- Norberto Lloves
Recuerdos de infanciaMarcela Isabel Cipolla 

Duelo y subjetivacion 
De hijos y padres. Ficciones necesarias
Silvina Gamsie
Vicisitudes en la tramitacion del duelo: pasion y sublimacionAlicia Aronson
Duelo, sueno y transferenciaGuillermo J. Apolo
Pubertad: despertar, dolor y dueloViviana Garaventa
“Decidir vivir…” (De duelo y pubertad)Cynthia Eva Szewach
Duelo y despertar puberal. El viaje de ChihiroSebastian Salmun
Sueno de juventudLaura Gobbato
El duelo del instante eternoMonica Rolo - Daniela Silbert  - Janys Santos - Flavia Mitkiewicz  - Renata Fidelis - Sonia Iorio
Notas acerca de un trabajo de duelo en transferenciaAmalia Racciatti  
El silencio. Un obstaculo al dueloMirna Restuccia
El peso del dueloAndrea Casassa
El limbo de lo no transmitidoGabriela Insua
El duelo por los padres ideales de la infancia en la neurosisFacundo Iriarte
El duelo duplicadoRoberto P. Neuburger 
El fin de la esperanzaDaniel Paola
De lo publico y de lo privado.Testimonio de pasajes singularesCandela Zurro