Lo primero que leí de B fue Fragmentos de un discurso amoroso. Como la mayoría de sus libros, está escrito a
modo de glosario. En este caso: sobre el
lenguaje de los amantes. Su análisis es
imposible de encasillar en un género o disciplina. Eso es típico en B. Lo que de movida me enganchó, fue la estética:
fragmentación, elipsis, pastiche… supe después. Aunque por entonces no podía explicarla, enseguida
tuve claro que de ese modo de escribir quería sacar algo. Tiempo después, me encontré con su definición
de ensayo: género discursivo donde la escritura disputa con el análisis (Flaubert
escribe en su Diario que hasta que alguien no le muestre en una frase dónde
está el fondo y dónde la forma, para él son la misma cosa). Gracias a esa definición de ensayo es posible
practicar la escritura y no caer en la monografía sin remedio.
Lo último que leí de B fue Diario de duelo. El diario que escribió durante casi un año, a
raíz de la muerte de su madre. El género diario no es de mi gusto. En general, me aburren o dan vergüenza ajena. Nada de eso me pasó con Diario. Donde B
exprime al máximo sus herramientas retóricas y se cobija en ellas para zafar de
lo patético y lo cursi.
Hace poco leí un artículo de Saccomanno en Conjetural.
S escribe que Diario “se trata más de un desarrollo de la ausencia
materna como goce en la aflicción que de una elaboración narrativa”. Y remata preguntando si el hecho de que B no
pudiera escribir jamás una novela, no se deberá
a “su imposibilidad de salir del gozoso yo doliente para contar la
madre”. La dejó picando…
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