sábado, 30 de abril de 2011

MIERCOLES

    A la madre de J, una amiga, le diagnosticaron un cáncer.  J me dice que de un día para el otro su vida se partió en dos.  Me cuenta un detalle que para otro podría ser contingente pero para ella no:  "pienso que si alguien me hubiera llamado el miercoles (J no vive en la Argentina), me habría encontrado más o menos bien, pero si en lugar del miercoles esa misma llamada hubiera sido el jueves, sólo un día después yo ya era otra". 
    No hay explicaciones a mano sobre la causa de la enfermedad, la mamá de J es una mujer mayor pero tiene buena salud, nunca fumó y sus chequeos médicos están al día.  Desde que recibió la noticia, todas las mañanas antes de que suene el despertador a J le pasa lo mismo.  En un estado intermedio entre el sueño y la vigilia llega a la misma conclusión: todo fué una pesadilla, entonces su madre no está enferma.  A J le impresiona hablar como si su madre estuviera muerta o como mínimo condenada, cuando todavía no consultaron con el oncólogo y no se sabe el tratamiento a seguir.  Es esa palabra la que me partió en dos, me dice.
  Un cáncer no es una gripe, quién no lo sabe, y recibir esa noticia en general no encuentra a nadie bien parado.  Sin embargo, J dice algo más.  Dice sobre el trabajo extra de tener que separar una palabra más que de un significado, de una sentencia.


A.B.
    
    

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