sábado, 7 de julio de 2012

LIBROS QUE ME PEGARON PARA BIEN O PARA MAL: CHEJOV



   Chejov fue mi puerta de entrada a los escritores rusos.  También una oportunidad para desasnarme sobre historia y características de ese pueblo.  Por ejemplo, ahí supe qué era un samovar.  Y que durante mi infancia jugué a las visitas con uno arrumbado en el galpón de mi abuela.  No se de dónde lo habrá sacado, porque mi abuela era García hasta la médula.
     También me gustan todos sus cuentos.  Pero me acuerdo de uno en especial: Enemigos.  Se trata de un doctor que acaba de perder a su único hijo.  En ese preciso momento, un hombre lo busca para que asista a su mujer enferma.  El doctor se niega: “hace cinco minutos que se me murió mi hijo”.  El hombre suplica y al final el doctor acepta. Pero resulta que cuando llegan a la casa, la mujer no está porque se fugó con el amante.  A partir de acá, el conflicto se desplaza  Mientras el hombre abandonado se derrumba, el doctor monta en cólera.  Porque su hijo acaba de morir y se siente usado.  Usado como un aristócrata usa a sus lacayos.  Entonces, ambos hombres -en lugar de compartir sus penas- se trenzan en feroz discusión cual duelo de titanes.  Discusión de la que ninguno sale bien parado.
   En muchos de sus cuentos, Chejov relata la tensión campo-ciudad.  También describe con lujo de detalles la vida de campesinos y aristócratas.  Sin dudas, Chejov sabe bien de qué se trata.  Y para eso, no necesita más que una pincelada: porque superando incluso las barreras de clase, “…la desgracia no une a la gente, sino que la separa…”, escribe en Enemigos.  Ríos de tinta psicológica resumidos en una oración.

A.B





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